Estoy viendo en las reuniones una réplica de lo social: posiciones muy críticas, cada vez más intolerantes a visiones contrarias. Entiendo que se defiendan las opiniones, pero preocupan los extremos, como jefe ya no sé cómo actuar para no tener problemas.
Estudiantes de nuevo intentando bloquear la PSU, lo que es igual a un grupo de individuos que, enarbolando la bandera de “sus derechos”, buscan imponerse a la fuerza y atropellan sin más los de otros que opinan distinto. Un grupo de personas que agreden físicamente a quienes confunden con carabineros, como si esa condición lo justificara. Las “funas” a políticos de cualquier tendencia.
Estos ejemplos son una burda expresión de intolerancia. Reflejan el individualismo de pelear los propios intereses sin considerar los de al lado, son un intento de anular a las personas por pensar distinto, con lo que se convierten en una forma de tiranía. Que va en escalada.
Como sociedad, maximizar los intereses de cada uno por separado no genera el mejor resultado para todos. El historiador Yuval Noah Harari declaraba recién en Davos “salgan huyendo ante cualquiera que ofrezca arreglar el problema en cinco años”. Necesitamos co-crear soluciones que no existen y eso exige diálogo.
Un jefe puede hacer mucho para combatir la intolerancia: no ceder por temor a las funas, cuestionar y abrir diálogos con respeto y empatía, partir por preguntar si es que se conocen las perspectivas de los demás, ayudar a escuchar los fundamentos.
Con esto, ayuda a generar madurez en su equipo y a fortalecer músculos para los temas que tenemos entre manos como sociedad (local y global).
Scotto, C.S. (27 de Enero de 2020). Diario La Segunda, Chile