Trabajando virtual, hemos tenido muchas confusiones en el equipo pensando que estábamos de acuerdo, pero al final no llega lo que se esperaba. Se está volviendo un poco tenso el ambiente porque es incómodo para todos
Es muy distinto pensar en objetivos que pensar en entregables. Y es frecuente escuchar en estos días que “estábamos de acuerdo en lo que queríamos” (el objetivo), pero “lo que llegó no es lo que esperaba” (el entregable). Con la consecuente frustración de ambos lados: el jefe o el colega que no recibió lo que pensaba y la persona que invirtió tiempo y energía en realizarlo.
Para reducir este riesgo una clave práctica es diferenciar objetivos de entregables.
Definir el objetivo, implica acordar qué esperamos lograr: hablamos desde el presente (en un tiempo T1) y acordamos una meta a cumplir en un plazo futuro (tiempo T5). Por ejemplo, acordamos que al final de mes tendremos lista la nueva planilla para registro de proveedores.
Sobre ese mismo objetivo, pensar los entregables requiere comentar y acordar que es en concreto lo que vamos a ver, ¿qué características tendrá? ¿en qué consiste? ¿cómo se usará? ¿quiénes lo usaran y en qué contextos?: nos trasladamos al futuro (al tiempo T5), imaginamos que ya llegó el día de entrega y tenemos el producto en mano, ¿cómo sería lo que vamos a recibir, cómo luce? en nuestro ejemplo, sería una planilla en Excel, con listas desplegables para selección de opciones y columnas que tengan semáforos.
Esta conversación de hacer tangibles los entregables esperados, genera una visión compartida sobre la que avanzar alineados. Y para hacerlo ágil, lo mejor es integrar la práctica de revisar borradores sobre la marcha que permita hacer ajustes oportunos.
Trabajar de forma virtual y a la vez ágil, exige del líder provocar más sinapsis: más conexión entre las personas y con el propósito esperado, provocando las conversaciones entre el equipo que acerquen los criterios y aceleren el progreso.
Carmen Scotto. (07 de Septiembre de 2020). Diario La Segunda, Chile