Estamos en la implementación de un nuevo sistema para operar la planta. Nos piden colaboración, pero hay muchas diferencias y nadie se atreve a poner la firme.
A veces colaborar no es el camino, aún. Hay momentos en que las diferencias de visiones son tantas que cuesta abordarlas, cada lado ve una parte. En esos momentos de Desconcierto y Frustración (Inteligencia Colectiva, Sergio Vergara, 2015), apelar a la colaboración para buscar consensos puede ser más contraproducente que favorable, porque en nombre de un bien común, se apela a renunciar a diferencias que existen de facto, y que más temprano que tarde harán agua.
Los roles suelen tener valoraciones muy diferentes de los temas sobre la mesa, tanto que lo que para uno es medular, puede que para el otro no exista o incluso ser una ofensa. Por ejemplo “cómo estás preocupado por la rentabilidad si aquí la gente no se habla” o “no tiene donde almorzar, o donde guardar sus cosas”.
En estos casos hay un paso previo a generar unidad: el entendimiento común de problema, es decir, qué es lo que nos está moviendo, cómo afecta a cada parte y qué es lo común para nosotros. Para ayudar a madurar temas disimiles, desde la inteligencia colectiva se consideran tres variables.
Desde la Gestión, proveer de información común, no solo datos técnicos sino una forma de entregarlos que sea fácilmente comprendida por todos. En la dimensión Equipos, proveer los contextos y espacios que permitan el diálogo y la expresión de las diferencias. Y desde los Individuos, proveer formas de dialogar desde las diferencias, en que se escuchen y acojan las legítimas diferencias, desde el respeto y no desde la descalificación. Primero para la escucha, para conectar y entender lo que dice el otro, “no necesariamente para darle la razón, sino para entenderlo”.
Desde allí es mucho más factible lograr un entendimiento compartido e integral de los temas que tenemos entre manos y avanzar en una línea genuinamente en común.
Carmen Scotto. (15 de Marzo de 2021). Diario La Segunda, Chile
