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Estamos terminando un año difícil con los cambios de la pandemia, pero veo que esto seguirá varios meses. Me siento desgastada y veo que el equipo también lo está. No sé bien cómo afrontar el año que inicia.

“Para. Descansa. Trabaja”. Tomada de un libro con enfoque budista, la frase refleja con prístina sencillez una necesidad básica de los seres vivos: el equilibrio entre los tiempos de activación y reposo, para permitir que las funciones biológicas de regeneración celular se activen. Si bien el cuerpo humano es una máquina perfecta capaz de adaptarse a casi todo, períodos sostenidos de estrés van minando la capacidad de recuperación.

Desde la psicología y la neurociencia, el punto de partida para fortalecer la resiliencia y abordar el estrés, es reconocer las humanas emociones en que estamos, nosotros y el equipo.  Para poder integrarlas y no quedarse pegados en ellas, es necesario validar lo que estamos sintiendo. Desde allí, como segundo paso, poder reenfocar lo que podemos aprender de la situación y con qué recursos abordarla. Es lo contrario a la “positividad tóxica”, la tendencia a forzar una actitud positiva negando que también siento miedo rabia o tristeza; lo que provoca agotamiento, y en contextos como los de hoy, acentúa el desgaste. (“Resiliencia de adentro hacia afuera”, Sally Baker, 2019)

Desde la biología, otras estrategias van en cuidar la buena alimentación y los ciclos de activación-regeneración celular. En “El Milagro del estrés” (2020), el Dr Carlos Jaramillo hace una descripción desde la medicina funcional, didáctica, amena y profunda sobre el tema.

Hacer balance del año pasa por parar y descansar. Para recargar pilas. Y enfrentar los propósitos del año integrando dos preguntas:

  1. Cómo puedo hacerme la vida cotidiana más amable y práctica.
  2. Buscar mas de lo que el alma pide. Pensar en lo que me haría bien ahora, de las cosas que me conectan y me recargan, que esté en mis manos poder hacer.

 

Carmen Scotto. (28 de Diciembre de 2020). Diario La Segunda, Chile

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