Trabajo en una faena minera, cambiaron los jefes y la metodología de operación, el gerente dice que si las metas están claras es fácil que la gente se suba a lo que hay que hacer, pero veo muchas dudas en los equipos
Definir las metas, es necesario, pero no suficiente para que un equipo pueda lograrlas.
La meta es el destino, la dirección hacia la que nos dirigimos, es una primera alineación. Pero para avanzar en conjunto, se necesita un propósito y aterrizar otras variables y criterios para el doble y triple clic de cómo pasan las cosas.
Ayuda tener un relato inspirador, que entregue el sentido de por qué esto y por qué ahora. Un relato integrador, que honre la historia y las razones de orgullo de las personas, que haga un puente digno hacia el nuevo futuro, que invite a ser parte y a la vez muestre lo que ganamos en este giro. El cambio lo hacemos todos. Un relato que baje en cascada, directamente desde la voz de los líderes hacia todos los niveles. Y en la misma línea, coherencia en los mensajes y comportamientos de los líderes, que empiece a instalar sentido de propósito y credibilidad.
Lo siguiente es tomar acuerdos acerca de cómo vamos a recorrer el camino. Claridad de los roles, cómo aporta cada área dentro de la cadena de valor a la meta final, y por ende cuáles son los espacios de coordinación que necesitaremos, qué tipo de información necesitaremos compartir y mantener visible para ir retroalimentando el proceso oportunamente y poder hacer ajustes sobre la marcha entendidos por todos los impactados. Más que solo mirar mi parcela (pensar en silos), provocar entendimiento del proceso transversal y cómo nos impactamos unos a otros. También el modelo de gobierno, es decir cómo vamos a tomar las decisiones, cuáles a qué nivel y en qué instancias.
Tener el destino no es tener el camino.
Carmen Scotto. (25 de octubre de 2021). Diario La Segunda, Chile