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Me contrataron en el área de marketing de una organización de alimentos, llegué con mucho entusiasmo, pero en estos meses veo que es un esfuerzo mover cada cosa, mucho papeleo mucha firma, mucho tramite administrativo.

Hoy más que nunca la simplicidad es una ventaja competitiva, porque favorece la capacidad de reaccionar rápidamente a la velocidad de los cambios.

Lo que hace pocas décadas podía ser inofensivo, hoy es motivo de alarma: en un mundo inestable y cambiante, la complejidad puede ser un lastre que enlentece la capacidad de avance, genera frustración y dificulta la innovación en los equipos. En “Simple” (Paidos, 2018), Lisa Bodell aborda en detalle un sinfín de estudios que así lo demuestran.

La simplicidad es todo un cambio de perspectiva que exige estar despierto y con mucha claridad del foco. Y requiere abordar una paradoja a veces invisible: los recursos o las herramientas disponibles que usamos con la intención de ordenar el trabajo pueden traer más complejidad que fluidez.

¿Le ha pasado al lector tener que pasar por varias firmas para la aprobación de algo chico? ¿O que el proceso que implementaron desde algún área (sea solicitar un equipo en tecnología, contratar a una persona nueva o la entrega de un producto al cliente) termina siendo lento o engorroso?

Los procesos que se instalan para ordenar la forma de trabajar pueden tener tantos controles y pasos que se vuelven burocráticos y pierden el sentido o la experiencia del cliente/usuario. La información que se genera puede ser tanta que nos perdemos en un mar de datos e indicadores que sin lograr discriminar lo más relevante. Y con la tecnología pasa algo similar.

No porque haya la posibilidad de usar un recurso (data, tecnología, procesos) quiere decir que haya que usarlo. Lo que exige desechar la mentalidad del “más” y enfocarse en aquellas actividades que sean realmente significativas. ¡Un buen propósito de inicio de año!

 

Carmen Scotto. (27 de diciembre de 2021). Diario La Segunda, Chile

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