Trabajo en operaciones, en mi empresa han implementado nuevos procesos corporativos “para mejorar”, pero veo que cada vez lo hacen más complejo, tanto papeleo y controles hacen lento el trabajo
El mundo ya es suficientemente complejo como para hacerlo más. Una clave para fluir en la complejidad es lograr que los procesos y las reglas que usamos para ordenar el trabajo sean tan mínimos, comprensibles, repetibles y accesibles como sea posible: es decir tan simples como sea posible. Lo simple permite liviandad, ocupar los recursos en lo que agrega valor y la posibilidad de reinventarse más ágilmente.
Una razón adicional, es que tiene un alto impacto en la percepción que tienen las personas sobre que su trabajo tiene sentido, por tanto los niveles de satisfacción, productividad y retención de talentos en la organización.
Síntomas de que estamos inmersos en complejidad innecesaria: excesiva cantidad de pasos para vistos buenos o aprobación; baja satisfacción de clientes o clientes derechamente frutrados; exceso de coordinación, sensación de perder tiempo en las reuniones; demasiados cambios de reglas o políticas; mucho papeleo y documentos largos por revisar; reglas que se hacen sin entender por qué, es posible que ya no tienen razón de ser; una maraña de siglas que nadie entiende; ¿se reconoce en alguno?
En “Simple” (Paidos, 2018), Lisa Bodell propone un inventario sencillo con el cual el lector puede diagnosticar el grado de simpleza o complejidad que están teniendo los procesos en su organización en distintas variables, sobre el cual luego se identifican los puntos álgidos de atención. La autora también sugiere algunas recomendaciones según el diagnóstico, que en general pueden estar asociadas a eliminar, tercerizar o racionalizar procesos o actividades.
Simplificar ayuda a gestionar el recurso más valioso que tenemos, el tiempo, y poder usarlo en aquello que agrega realmente valor. ¡Que este año 2022 sea de más simplicidad!
Carmen Scotto. (03 de enero de 2022). Diario La Segunda, Chile