En mi empresa estamos pasando a trabajar en células interáreas para abordar los mismos temas que antes cada uno veía por área. Tenemos buena onda y disposición a colaborar, pero nos damos mucha vuelta para ponernos de acuerdo y cada uno está volviendo a resolver sus temas solo.
En las organizaciones en general, el estado del arte de la colaboración se acerca más al “amiguis”; es decir, que en un ambiente de buena onda las personas se apoyan para resolver un problema o llevar adelante un trabajo incluso de forma desinteresada. Esta manera de concebir la colaboración se queda corta para los desafíos de transformación en que están las organizaciones y que requiere una manera más ágil de resolver los temas de siempre. Y es que le falta integrar el concepto de co-crear, de trabajar sobre las diferencias, que, si no se abordan, terminan anulándose y restándole fuerza a lo que el equipo puede lograr.
Organizar el trabajo en células es una manera potente de provocar rápida interacción entre personas que tienen diversas miradas, pero, para que esta interacción genere el progreso que se espera, más allá de la estructura y las metodologías formales, se requiere pensar la colaboración en un nivel 3.0. El principal giro esta justamente en validar y buscar el aporte de las diferencias en un contexto positivo que favorezca la escucha y la co construcción. Y que, claro, al inicio es incómoda, requiere crear contextos para ir ganando madurez progresiva. Algunos paradigmas a repensar:
- De “estamos todos en todas” (roles indiferenciados). A claridad de roles validando lo distinto que cada uno aporta
- De “busquemos consenso” y vamos por la mayoría. A discutir las inquietudes, integrar datos y ampliar perspectivas, entender los criterios, abordar los dilemas
- De “hacerlo bien a la primera” a pensar en borrador y hacer iteraciones ágiles para ajustar sobre la marcha
Una manera de pensar que está en la base de la mentalidad ágil y los procesos creativos.
Carmen Scotto. (11 de julio de 2022). Diario La Segunda, Chile
